La época capitalista en la que vivimos actualmente insinúa nuevas formas de hacernos un lugar en la sociedad.
Lo que se puede observar, es una preponderancia del anonimato social consecuente de la sociedad moderna y sus modos de vida. De esta manera, una forma de no caer en la mismidad y lo rutinario, es el encuentro con otros semejantes con los cuales se puedan compartir inspiraciones similares. Así es que la pertenencia a un determinado grupo humano da lugar a un tipo de nombramiento social, implica un espacio de alojamiento para ese ser enfermo de anonimato. Conlleva al sujeto a poder posicionarse de un modo más activo y deseante dejando atrás posiciones pasivas en relación al mundo. Asumirse como sujeto del deseo es paso fundamental para salir del anonimato, para ir mas allá del lugar de objeto al que coloca la sociedad capitalista y, desde el cual, respondemos muchas veces, aun sin ser conscientes. El hecho de reconocerse desde un grupo social al que se busque pertenecer ya sugiere una puesta en acto por parte del sujeto.
La moda resulta ser motivo de unión para muchos, se puede decir que diversos grupos se conforman en función de ideales “fashionistas” y que, a grandes escalas, constituye una mayor y única masa a nivel universal. La moda, como muchas otras instituciones, favorece a que los sujetos se junten y que, identificados entre sí, compartan una misma pasión que los guíe en sus elecciones de vida. Los miembros de un grupo así se potencian entre sí, fortaleciendo sus lazos libidinales y eligiendo un modo de respuesta que los afirme frente al mundo. El lazo social y la vertiente deseante van de la mano, la vida propiamente dicha no es sin deseos por lo que, encontrar algo que motive y cause es necesario para sentirnos satisfechos, al menos, parcialmente. Siempre es parcial, al fin y al cabo la vida se trata de eso, de una permanente búsqueda.
Por: Maria José Carballeira
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